Ayer, faltando varios kilómetros para llegar aquí y mientras manejaba el coche por el camino sinuoso entre montañas, pensaba que me pasaría al ver el lugar en que estuve anteriormente.
Primero, me dije a mi mismo, que en la vida uno transita un sendero sinuoso de subidas y bajadas, tal cual el camino que estaba recorriendo en ese instante, para llegar a una situación deseada o prometida a uno mismo.
Después, que lo que uno desea con un sentimiento de promesa interior en algún momento, seguramente el justo, se cumple, tal cual lo que me iba a suceder.
Realmente, pensé, no me iba a pasar nada pues es llegar a un lugar como otro, un sitio más, ocupado con el tráfico en la ruta y mi familia a bordo, mi esposa y mis tres hijas, todas ellas expectantes y alegres de llegar a conocer bellos paisajes en una zona montañosa y con muchos lagos.
De repente, al asomarnos por encima de una pendiente, descubrimos el gran lago y sus alrededores desde un punto panorámico muy alto, mi esposa gritó "llegamos, miren que lindo …", enmudeció unos instantes y luego siguió hablando.
Mis nenas no atinaron a decir nada, es más, no pudieron emitir palabras por un buen rato, estaban encantadas por lo que veían.
Al continuar unos kilómetros mas, aparecieron carteles de bienvenida, ya estábamos aquí, entonces pasó algo en mí que no me esperaba.
Días previos al inicio del viaje, mi razón humana dejó de lado su agobiante tarea de concentrarse en el trabajo profesional, tan necesario por cierto, para mantener en bienestar material a una familia.
En esos días se preparó, mi razón humana, para entrar en máxima armonía con mi ser infinito, mi guía de toda la vida, para dejarse llevar por los sentimientos, tan necesario por cierto, para mantener en bienestar espiritual a uno mismo y en consecuencia con los que me rodean.
Lo que no me esperaba es que mi ser infinito se expresara llenando de lágrimas mis ojos y dejando caer una sobre mi mejilla, al ingresar a la ciudad turística que se encuentra en la costa del inmenso lago.
La emoción interior fue tan intensa que mi razón humana, ya en armonía, se dio cuenta que una vez más los deseos profundos siempre se cumplen, aunque sean doce años los que hayan pasado.
Aquel deseo fue el de volver a este lugar con mi esposa y mis hijos, cuando aun estaba soltero y ya decidido a casarme.