Desde horas tempranas de la tarde fuimos a nuestra playa privada que nos provee la cabaña que alquilamos por estos días. Se accede a la misma por un sendero angosto, paso para una persona por vez, en pendiente desde una altura aproximada de veinte metros por la ladera del pie de montaña que separa nuestra cabaña de la playa.
Acceso prácticamente virgen sin escalones y donde crecen arbustos y flores autóctonas.
La costa de la playa del lago se presenta en forma de cantos rodados y arena gruesa producto del desgaste con el agua helada, producto del deshielo de las altas cumbres.
El día fue caluroso y especial para bañarse en estas aguas frías y totalmente transparentes, visualizándose constantemente el fondo a pesar de las suaves olas que acarician la costa.
Estuvimos en la playa hasta el atardecer, por cierto fantástico y sin lugar a dudas cosa buena de contemplar.
Mi barba ya formada, pues ya hacía tres o cuatro semanas que había dejado de afeitarme, y fumando pipa en la playa me hizo recordar aquellos días de hace doce años que con un par de amigos vinimos por esta zona de mochileros.
Recordé, que desde que tengo uso de razón y desde cuando mi memoria puede evocar, mi primer despertar de la razón humana con respecto a mi ser infinito fue a los siete años de edad, cuando tuve una señal y una luz sobre lo que debería ser en mi vida, con aquella edad mi interpretación no fue muy clara, pero era algo así como la de un pastor que predica sus ideas con ejemplos en la vida práctica. Me di cuenta sí que provenía de mi interior, no era un llamado divino del cielo ni nada que se le pareciera.
Recuerdo además que tenía claro que no debería convertirme ni en cura católico, ni en monje, ni en pastor de religión protestante, en la cual me habían bautizado.
También sabía que con el transcurso del tiempo mi razón humana debería armonizar con los sentimientos y deseos del ser interior para llegar a cumplir con la misión que me tenía reservada para llegar a mi felicidad total. Dicha misión durará lo que dure mi vida.
Entonces, por aquella edad temprana recibí mis primeras sensaciones internas que me guiaron desde siempre y para siempre. Siempre con la cuota necesaria de tranquilidad para dejarme en claro que nunca debía desesperarme y menos obligarme a cumplir como si fuera un deber necesario. Lo debía hacer cuando quiera y como quiera, en mí estaba la decisión de construir mi sendero de vida.
Desde aquella edad en que mi razón despertó siempre he logrado lo que he querido y siempre he podido sortear los difíciles obstáculos que el andar en la vida me ha puesto delante del camino.
Mi ser es inmenso, infinito, ilimitado, conoce todo y sabe resolver todas las situaciones, no tengo mas que poner mi razón humana a su disposición para llevar a cabo mi misión.
Mi vida está plagada de situaciones que no tienen explicación lógica ni razonable para la gente común, muchas de ellas solo las conozco yo porque parecen milagrosas o disparatadas y no las he podido compartir con personas que puedan entenderlas.
Quizás no hace mucho tiempo a esta parte sí haya aparecido una persona amiga con quien comenzar ha hablar del tema.
Casualmente de una de sus últimas conversaciones haya surgido la idea de leer "Ilusiones", esta obra escrita la leí en una tarde, comprendí los mensajes allí escritos, como si ya los conociera desde siempre y fue el disparador para que en estos momentos esté aquí escribiendo.
Desde "Ilusiones", al final de la obra lo sugiere, mi razón humana se entregó por fin a la necesidad de escribir, que desde hace algunos años anda dando vueltas.
Siempre creí que escribir sensaciones era cursi, es más, creía que no podía hacerlo, que se necesitan ciertos dones de algunos privilegiados, pero desde adentro fui empujado y con la sensación que entregándome a la escritura solo las palabras saldrían para armar frases. Cualquiera lo puede hacer, si sabe armonizar su razón humana con su ser interior.
Entonces aquí estoy entregado con mi pluma para lo que me dicte mi ser. Indico al lector que es fantástico e invito a que comprenda esta armonía para que pueda llevar a cabo su misión interior o al menos que se anime a escribir sobre sus sentimientos, ya es una forma de dejarse llevar y guiar para comprender lo que a uno le pasa realmente.
Si alguien escribe de un día para otro poesías de amor a una persona, no hay dudas de que ese ser está realmente enamorado del otro y más si nunca ha tenido facilidades para escribir poesías de amor.