"Despertar de una razón humana"
Relato de Osmar Rodolfo Madsen
1998


Capítulo 5

Desde esa posición, como si estuviéramos a la misma altura,
me siento mas inmenso, estaba tocando el cielo con las manos.


Hoy el día estuvo fantástico, diría un regalo para nuestro quinto día.

Recuerdo en este momento otros detalles de los días anteriores que en mi afán de escribir pasé por alto.

En el segundo día, recorriendo una ruta adyacente, visualizo un arroyo que se dirigía con sus aguas en forma presurosa, detengo mi automóvil en su orilla después de tomar un sendero entre arbustos lo suficientemente ancho como para maniobrar. El agua transparente del deshielo de alta montaña corría rápidamente, como queriendo llegar lo antes posible al gran lago, pero apenas se escuchaba su murmullo en el gran silencio del lugar. Corría presuroso pero en silencio. Allí también descubro rosas mosqueta vírgenes, corté unas flores para mi esposa y mis hijas, el aroma es único e inconfundible.

Para mí esos pequeños placeres también son regalos recibidos en mi interior, como el arco iris sobre el ventanal al lago antes del atardecer de ese mismo día.

Estaba lloviznando suavemente y el sol produjo un acto de magia de tal manera que el arco iris se formó prácticamente sobre el ventanal, me acerqué al mismo y comenzaba desde el borde de la playa que da debajo del ventanal, armaba un semicírculo que en mi visión finalizaba sobre el techo de mi cabaña. Nunca había visto un arco iris semejante y tan cercano, siempre los tuve como algo lejano, obviamente le saqué una fotografía.

Hoy por la mañana recorrimos parte del centro de la ciudad que nos faltaba recorrer caminando. Visitamos la imponente catedral pero en su interior muy sencilla, pidiendo como es costumbre al conocer un nuevo templo, tres deseos muy íntimos.

Después de almorzar nos dirigimos a una montaña de una altura aproximada a los 2.200 metros sobre el nivel del mar. Llegamos a su cima después de subir un tramo en automóvil, otro tramo en cable carril y por último en aerosilla. A pesar de los veinte grados que reinaba en esas altura encontramos un sector con nieve para divertirnos en su blanca espuma, utilizándola como tobogán para zambullirnos en ella.

Otro regalo para los pequeños placeres de cada día. Desde esa altura uno podía observar las cimas de las demás montañas como si estuviéramos a la misma altura, me sentía mas inmenso todavía, estaba tocando el cielo con las manos.

Al volver por aerosilla al refugio de montaña que está a 1.800 metros sobre el nivel del mar y esperar ahí para abordar el cable carril que nos llevaría al lugar que llegamos en automóvil, me llevé una nueva sorpresa.

Al ingresar a la confitería del refugio recordé el lugar que posee un gran hogar central, allí estuve yo hace veinticuatro años en el período invernal en que ese gran hogar lleno de leños encendidos reunía a todas las personas en busca de calor mientras tomábamos chocolate caliente para reponernos del frío de montaña en un marco imponente de nieve que se observaba desde sus ventanales.

Estaba viviendo el pasado en un momento presente para mi: el pasado es creación del presente como el futuro también es presente del mañana.

Cuando volví de aquel recuerdo, cuando yo tenía doce años de edad, miré nuevamente el lugar y está totalmente vacío, las personas solo pasan para tomar un refresco o una gaseosa, no se reúnen en su interior, el gran hogar central está apagado, durante el verano las actividades y paseos se realizan afuera, al aire libre, lo que en realidad cuesta bastante hacer durante el invierno, es un lugar excelente para esquiar.

Luego descendimos y con el automóvil volvimos por el camino sinuoso de montaña hasta nuestra cabaña.

Ahora, con la luna apoderándose del lago y dejando entrar por la ventana del dormitorio su luminosidad, me dispongo a descansar de este día, un poco cansado por la actividad realizada.


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