"Despertar de una razón humana"
Relato de Osmar Rodolfo Madsen
1998


Capítulo 7

Nuevamente ella ahí presente haciendo cosquillas en mi ser infinito,
esta naturaleza que inunda mi interior,
tal cual lo hiciera el día anterior en el muelle.


Son las siete de la tarde del octavo día, hoy es domingo. En este momento estoy solo al borde del agua del gran lago, en la playa de mi cabaña. Todavía estoy tomando sol, en un rato el sol se pone por detrás de las montañas y de los arboles que están sobre esta costa del lago. Las montañas del lado opuesto del lago, se pondrán de color rojizo al ser dominados por los últimos rayos del día. El lago también adquirirá diversas tonalidades con el transcurrir de los minutos hasta que su superficie adquiera un color plateado cuando las estrellas aparezcan y la luna llena reine en el cielo.

Ayer, séptimo día, no pude escribir, realmente con lo maravilloso que lo pasé y con la magia de siempre ocurrieron cosas, con lo cual me tomé un día para digerirlas y hoy sí poder escribir sobre ello.

Hace un rato, mi esposa y mis tres nenas subieron a la cabaña, estuvimos desde el mediodía disfrutando del sol y de las suaves olas del lago que acarician esta playa, que no es de arena, sino en mayoría de piedra.

Me he quedado para contemplar el atardecer desde el borde del lago. Otro atardecer como tantos ocurren, pero siempre distinto cada día.

Para mi el atardecer tiene un significado muy especial, por su color rojizo que baña todo lo que encuentra a su paso, inclusive a mi.

El atardecer encierra un misterio, que para quien la descubre es renovadora de energías y esperanzas.

Pues termina un día, hora de balances sobre cosas que ocurrieron durante el mismo, situaciones que se vivieron, otras que no ocurrieron a pesar de los deseos e intentos, momentos positivos y otros negativos para pensar como rescatar de ellos las enseñanzas que nos dejan para transmutar su efecto negativo en positivo, terminar el día optimista y lleno de fe y esperanza para el próximo amanecer que se avecina y comenzar nuevamente un nuevo día de vida para gozar. Este es el misterio del atardecer que hay que descubrir para utilizarlo como renovador de ideas y esperanzas sobre nuestros deseos para que lo anhelado algún día ocurra, ese es el camino de los logros y realizaciones personales.

Todo algún día ocurre, en el momento justo, quizás al día siguiente, después de unos días, unas semanas, meses mas tarde o quizás años, pero algún día siempre ocurre mientras mantengamos viva nuestra ilusión.

El atardecer es el momento de recordarlo para mantener día a día el deseo en forma de promesa interior.

Por todo esto, el atardecer es para mí un momento con significado especial.

Antes de ayer hicimos un circuito recorriendo tres nuevos lagos hacia el norte del gran lago y ayer nos fuimos hacia el sur para conocer otros cuatro lagos y llegar a una ciudad casi mágica.

En el circuito de montaña, ahora de asfalto, la velocidad de manejo es superior a la que realizamos por el norte en camino de ripio. Atravesamos el sistema montañoso dejando en el viaje tres lagos con hermosos paisajes para contemplar y deleitar nuestra vista, ya que a cada paso las imágenes se suceden y no se vuelven a repetir. Cada montaña, cada lago, con sus formas caprichosas que la naturaleza a dotado producen en nuestra imaginación asociaciones a formas de objetos ya conocidos por nosotros. Esa es la capacidad de imaginación y la posibilidad de volar en un sueño despierto. Nuestra vida es una ilusión que se disfruta en cada instante de tiempo, cuando sabemos volar sin alas, o cuando volamos con alas de libertad.

Cuando arribamos a la ciudad de nuestro destino del día de ayer, me produjo una sensación de alegría al verla en un pequeño valle entre dos cordones de montañas, algunas de ellas con algo de nieve.

Parecía una ciudad mágica, de sueños, era nuestro séptimo día, el siete es un número mágico, seguramente algo mágico ocurriría.

Estacionamos nuestro automóvil en una de las calles céntricas, cerca de la plaza donde se realiza la feria de artesanías todos los martes, jueves y sábados. Ayer era sábado, mas concurrido que de costumbre, miles de turistas.

Cuando empezamos a recorrer la feria sentí la presencia en la multitud de alguien o de un ser conocido.

Caminamos unos cuantos metros y efectivamente en la mitad del recorrido en forma de semicírculo me encontré con una persona que conocí en la capital de nuestro país, saludándola con un: ¡hola! ¿cómo te va? , a lo cual recibí una contestación.

Al instante recuerdo ver un puesto con fotografías de paisajes maravillosos de esta zona, elevo la mirada y veo en los alrededores una imagen digna para una postal, estaba enclavado entre dos cordones montañosos, en un valle encantado, rodeado de gente y nuevamente ella ahí presente haciendo cosquillas en mi ser infinito, esta naturaleza que inunda mi interior, tal cual lo hiciera el día anterior en el muelle.

Seguimos el recorrido con mi vista parte en los puestos de la feria, parte siguiendo a mi encantadora naturaleza, hasta llegar al final del recorrido. Después volvimos por el camino pero con los puestos del lado opuesto. Inmediatamente nos encontramos con una familia de nuestra ciudad de origen que hacía siete meses se había mudado a esta ciudad mágica en busca de una renovación en sus vidas.

Tenían un puesto en la feria y parece que les va muy bien junto a sus dos hijos. Nos comentaron que están ahorrando dinero para comprarse unas hectáreas de tierra y hacerse una cabaña para instalarse definitivamente.

Les deseé mucha suerte al momento del saludo y les di mayor energía en mis deseos para que se les cumpla las ganas de quedarse en ese lugar, diciéndonos al momento de la despedida que volveríamos a verlos, pero la próxima ves en su propia cabaña.

Seguimos el recorrido inverso hasta el punto en que comenzamos el mismo, luego almorzamos en una esquina al aire libre, un patio con pinos perteneciente a un restaurante.

Mas tarde fuimos a conocer al cuarto lago que nos habíamos propuesto, a veinte kilómetros de la ciudad, enclavado entre montañas, en el límite con nuestro país vecino.

Realizamos en automóvil todo el camino que ya habíamos hecho para retornar al atardecer a nuestra cabaña.

A la noche salimos a cenar a un restaurante paquete en el centro de la ciudad que da a este gran lago.

Nuestra cabaña queda a 5,8 kilómetros de dicha ciudad.


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